RESULTADO:11-6 (VICTORIA COLOR)
CRÓNICA: hay que reconocer que determinadas frases o exabruptos llaman la atención y este último sábado se llevó la palma Eduardo, que profirió tres durante el partido que sintetizan de modo original lo ocurrido durante el encuentro. El primero de ellos lo he transformado en el titular y resalto su conexión con el cine, como otras veces. A principios de los 70 Charlton Heston interpretó unas cuantas películas, hoy algo olvidadas dentro de su filmografía pero que a mí me atraen. Una de ellas se titulaba “El último hombre vivo” e interpretaba a un científico que sobrevivía a una guerra bacteriológica porque se inyectaba el antídoto que él había diseñado y creía que era el único humano superviviente “normal”, ya que otros habían sobrevivido pero sufrido mutaciones genéticas y solo podían salir de noche e intentaban acabar con él. Pues a lo que voy, la expresión de soledad de Eduardo se produjo cuando no encontraba apoyo en su ataque, no había a quien pasarle la pelota, los coloreados le rodeaban y él no veía nada blanco alrededor ni posibilidad de alcanzar la portería contraria en solitario, en una situación similar a la padecida por Heston. Era una expresión desesperada ante lo que estaba ocurriendo en el rectángulo verdoso con tintes auríferos, porque en ese momento el equipo de color estaba cascándole un 5-0 al equipo blanco en 25 minutos, con un juego primoroso, espectacular, con una puntería certera (de la que los blancos habían carecido hasta ese momento) y un tanto, el cuarto, en el que todo el equipo coloreado, emulando a la selección campeona de Europa, tocó y tocó hasta que Fernando, de tacón, introdujo el balón en la portería blanca. Aquí vino la segunda frase para enmarcar de Eduardo, “nos están chorreando” y así era, llevábamos poco tiempo sobre el campo y parecía un partido acabado, con una superioridad absoluta coloreada y pocos visos de reacción blanca. Pero como todos sabemos, en nuestros peculiares partidos las apariencias engañan y es complicado mantener la intensidad cuando hay una ventaja grande y eso es lo que sucedió. Los blancos mantuvieron un breve conciliábulo tras el quinto gol, se dijeron entre ellos que esto no podía suceder más, que se les avecinaba un 10-0 y que eso hubiera sido el colmo; así que le echaron casta, presionaron muy arriba, se esforzaron aun más y fruto de esa presión y de cierta relajación coloreada lograron, en poco menos de 10 minutos, forzar un 5-3 que les dio alas y con el que llegamos al descanso. Durante esa presión blanca, Eduardo lanzó su tercera frase del día, “¡Qué liviandad!”, refiriéndose a una falta que le pitaron y en la cual él mantenía que no había hecho absolutamente nada; particularmente, me hizo mucha gracia esa expresión, entiendo que referida al poco aguante del jugador coloreado que, ante un ligero o liviano roce por parte de Eduardo, pitó la falta. Tanta cultura resumida en dos palabras aplicables al caso hicieron brotar las lágrimas en mis ojos, no está todo perdido en este submundo del fútbol donde priman las expresiones absurdas tipo el palo largo, balón dividido, encimar, hacer falta “sobre” alguien, zapatazo, abrir el campo o, la peor de todas, hay que ser “más agresivos” cuando los únicos agresivos, por definición, son los locos o las alimañas.
Bueno, dejémonos de frasecitas y riqueza o corrección lingüísticas. Al final, pasó lo que tenía que pasar, tanto esfuerzo blanco en la primera parte acabó pasándoles factura en la segunda, algunos jugadores dieron claras muestras de estar más que agotados y no pudieron mantener el ritmo infernal que impuso el equipo de color en la segunda parte. Y eso que el marcador llegó a reflejar un 7-6 muy peligroso para los coloreados, que vieron disminuida su ventaja a la mínima expresión merced a un error en una cesión al portero que el susodicho Eduardo aprovechó sutilmente para mandar la pelota a la red con su maestría habitual. Pero no, hasta ahí llegaron los blancos y ahí se acabó su fuerza, casta y coraje y se impusieron la técnica, velocidad, olfato de gol, los pases certeros y la mayor resistencia física de los jugadores coloreados, que endosaron un parcial de 4 a 0 a los blancos sin apenas despeinarse, hasta dejar el marcador en el 11-6 final. La conclusión de todo esto es que el equipo blanco tiene su principal baza en una defensa fuerte, saliendo en tromba cuando corta la pelota; si esta premisa falla, si el hombre en punta no tiene compañía para pasar la pelota o dar el pase de gol, difícilmente podrá afrontar un partido con garantías de victoria. El equipo de color, en cambio, es más débil anímicamente, necesita ir por delante en el marcador e imponer su mayor capacidad goleadora desde el principio para tranquilizarse y afrontar con calma los arreones blancos. Todo depende de quienes formen los equipos y no necesariamente se reproduce este guión, evidentemente, pero suele ser el patrón que observamos partido tras partido.
INCIDENCIAS: otra reluciente mañana cuasi veraniega, pista en perfecto estado para la disputa del partido. Esta vez sí había pequeños espectadores (Miguel, Reyes, Javier, Jose Manuel, que van creciendo conforme se multiplica el número de crónicas escritas...) que se comportaron más o menos debidamente, con las consabidas interrupciones. Por segunda vez había una mirona en los alrededores del campo, una rata de tamaño considerable que vive por las alcantarillas cercanas y que insiste en vernos jugar, igual es la que se dedica a roer las redes de las porterías. Gabi se dio un trastazo con esa rama traicionera del árbol situado tras la portería junto al muro, raspándose la cabeza y mostrándonos que tiene la sangre roja; eso sí, no requirió asistencia y rechazó la que le ofrecimos, dando muestras de la pasta de la que estamos hechos los que perseguimos el balón las mañanas de los sábados. Tras el partido de los adultos, los sufridos padres de las criaturas (o sea, Luis y yo) estuvimos correteando con ellos tres cuartos de hora más, esa es la razón por la que siempre llegamos tarde a la Viña y con pinta de haber corrido un maratón. Por cierto, los que no estuvisteis en la cervecita os perdisteis interesantes reflexiones sobre el estado actual de los equipos, saliendo a relucir las disensiones internas que minan la confianza del equipo blanco. Por cierto, ha quedado inaugurada la nueva temporada quinielística, aun estáis a tiempo los que no habéis dicho nada de formar parte una vez más.
JUGADORES BLANCOS: Emilio Lora, Jose Galdón, Eduardo, Gabi, Luis y Josema.
JUGADORES COLOR: Roberto, Fernando, Pepedu, Álvaro, Totem y yo mismo (JM-3).
CÓMPUTO TEMPORADA 2009-2010: 3 VICTORIAS COLOR, 2 VICTORIAS BLANCAS.
Jose Manuel.
CRÓNICA: hay que reconocer que determinadas frases o exabruptos llaman la atención y este último sábado se llevó la palma Eduardo, que profirió tres durante el partido que sintetizan de modo original lo ocurrido durante el encuentro. El primero de ellos lo he transformado en el titular y resalto su conexión con el cine, como otras veces. A principios de los 70 Charlton Heston interpretó unas cuantas películas, hoy algo olvidadas dentro de su filmografía pero que a mí me atraen. Una de ellas se titulaba “El último hombre vivo” e interpretaba a un científico que sobrevivía a una guerra bacteriológica porque se inyectaba el antídoto que él había diseñado y creía que era el único humano superviviente “normal”, ya que otros habían sobrevivido pero sufrido mutaciones genéticas y solo podían salir de noche e intentaban acabar con él. Pues a lo que voy, la expresión de soledad de Eduardo se produjo cuando no encontraba apoyo en su ataque, no había a quien pasarle la pelota, los coloreados le rodeaban y él no veía nada blanco alrededor ni posibilidad de alcanzar la portería contraria en solitario, en una situación similar a la padecida por Heston. Era una expresión desesperada ante lo que estaba ocurriendo en el rectángulo verdoso con tintes auríferos, porque en ese momento el equipo de color estaba cascándole un 5-0 al equipo blanco en 25 minutos, con un juego primoroso, espectacular, con una puntería certera (de la que los blancos habían carecido hasta ese momento) y un tanto, el cuarto, en el que todo el equipo coloreado, emulando a la selección campeona de Europa, tocó y tocó hasta que Fernando, de tacón, introdujo el balón en la portería blanca. Aquí vino la segunda frase para enmarcar de Eduardo, “nos están chorreando” y así era, llevábamos poco tiempo sobre el campo y parecía un partido acabado, con una superioridad absoluta coloreada y pocos visos de reacción blanca. Pero como todos sabemos, en nuestros peculiares partidos las apariencias engañan y es complicado mantener la intensidad cuando hay una ventaja grande y eso es lo que sucedió. Los blancos mantuvieron un breve conciliábulo tras el quinto gol, se dijeron entre ellos que esto no podía suceder más, que se les avecinaba un 10-0 y que eso hubiera sido el colmo; así que le echaron casta, presionaron muy arriba, se esforzaron aun más y fruto de esa presión y de cierta relajación coloreada lograron, en poco menos de 10 minutos, forzar un 5-3 que les dio alas y con el que llegamos al descanso. Durante esa presión blanca, Eduardo lanzó su tercera frase del día, “¡Qué liviandad!”, refiriéndose a una falta que le pitaron y en la cual él mantenía que no había hecho absolutamente nada; particularmente, me hizo mucha gracia esa expresión, entiendo que referida al poco aguante del jugador coloreado que, ante un ligero o liviano roce por parte de Eduardo, pitó la falta. Tanta cultura resumida en dos palabras aplicables al caso hicieron brotar las lágrimas en mis ojos, no está todo perdido en este submundo del fútbol donde priman las expresiones absurdas tipo el palo largo, balón dividido, encimar, hacer falta “sobre” alguien, zapatazo, abrir el campo o, la peor de todas, hay que ser “más agresivos” cuando los únicos agresivos, por definición, son los locos o las alimañas.
Bueno, dejémonos de frasecitas y riqueza o corrección lingüísticas. Al final, pasó lo que tenía que pasar, tanto esfuerzo blanco en la primera parte acabó pasándoles factura en la segunda, algunos jugadores dieron claras muestras de estar más que agotados y no pudieron mantener el ritmo infernal que impuso el equipo de color en la segunda parte. Y eso que el marcador llegó a reflejar un 7-6 muy peligroso para los coloreados, que vieron disminuida su ventaja a la mínima expresión merced a un error en una cesión al portero que el susodicho Eduardo aprovechó sutilmente para mandar la pelota a la red con su maestría habitual. Pero no, hasta ahí llegaron los blancos y ahí se acabó su fuerza, casta y coraje y se impusieron la técnica, velocidad, olfato de gol, los pases certeros y la mayor resistencia física de los jugadores coloreados, que endosaron un parcial de 4 a 0 a los blancos sin apenas despeinarse, hasta dejar el marcador en el 11-6 final. La conclusión de todo esto es que el equipo blanco tiene su principal baza en una defensa fuerte, saliendo en tromba cuando corta la pelota; si esta premisa falla, si el hombre en punta no tiene compañía para pasar la pelota o dar el pase de gol, difícilmente podrá afrontar un partido con garantías de victoria. El equipo de color, en cambio, es más débil anímicamente, necesita ir por delante en el marcador e imponer su mayor capacidad goleadora desde el principio para tranquilizarse y afrontar con calma los arreones blancos. Todo depende de quienes formen los equipos y no necesariamente se reproduce este guión, evidentemente, pero suele ser el patrón que observamos partido tras partido.
INCIDENCIAS: otra reluciente mañana cuasi veraniega, pista en perfecto estado para la disputa del partido. Esta vez sí había pequeños espectadores (Miguel, Reyes, Javier, Jose Manuel, que van creciendo conforme se multiplica el número de crónicas escritas...) que se comportaron más o menos debidamente, con las consabidas interrupciones. Por segunda vez había una mirona en los alrededores del campo, una rata de tamaño considerable que vive por las alcantarillas cercanas y que insiste en vernos jugar, igual es la que se dedica a roer las redes de las porterías. Gabi se dio un trastazo con esa rama traicionera del árbol situado tras la portería junto al muro, raspándose la cabeza y mostrándonos que tiene la sangre roja; eso sí, no requirió asistencia y rechazó la que le ofrecimos, dando muestras de la pasta de la que estamos hechos los que perseguimos el balón las mañanas de los sábados. Tras el partido de los adultos, los sufridos padres de las criaturas (o sea, Luis y yo) estuvimos correteando con ellos tres cuartos de hora más, esa es la razón por la que siempre llegamos tarde a la Viña y con pinta de haber corrido un maratón. Por cierto, los que no estuvisteis en la cervecita os perdisteis interesantes reflexiones sobre el estado actual de los equipos, saliendo a relucir las disensiones internas que minan la confianza del equipo blanco. Por cierto, ha quedado inaugurada la nueva temporada quinielística, aun estáis a tiempo los que no habéis dicho nada de formar parte una vez más.
JUGADORES BLANCOS: Emilio Lora, Jose Galdón, Eduardo, Gabi, Luis y Josema.
JUGADORES COLOR: Roberto, Fernando, Pepedu, Álvaro, Totem y yo mismo (JM-3).
CÓMPUTO TEMPORADA 2009-2010: 3 VICTORIAS COLOR, 2 VICTORIAS BLANCAS.
Jose Manuel.