RESULTADO: 4-4 (EMPATE)
CRÓNICA: pues sí que ha pasado tiempo desde que jugamos este partido. Entre unas cosas y otras no tengo mucho tiempo para dedicarme a este magnífico blog, bueno donde los haya y con unos contenidos de lo mejorcito que puedes encontrar en la blogosfera...ja ja ja ja, dejaré de echarme flores y continuaré con la crónica. El caso es que la memoria se me ha diluido, será por tanta agua como está cayendo, tendré que echar mano de mis escasas notas. Veamos, tengo apuntado que Juanky marcó dos goles, últimamente se ha desmelenado y se ha reconvertido de un muro berlinés en defensa a un auténtico estilete en ataque, emulando a Cristiano, Benzemá, Jesé y compañía, para eso es muy madridista, igual que yo. Algún gol blanco más hubo en la primera parte, JM Fdez y algún compañero coloreado también marcaron, de modo que el resultado al finalizar la primera parte era de 3-2 para los pérfidos y taimados blanqueados. Ahora que me acuerdo, Miguel Páez quiso hacer una tortilla con mis estimados cataplines, dándome un balonazo en esa parte tan noble cuando salía a por todas, defendiendo mi portería a muerte; me dejó literalmente descojonado pero pude rehacerme, levantarme y continuar, "no hay dolor, no hay dolor", me repetía a mí mismo, pero lo había y mucho...
La segunda parte fue otra historia, de las que se recordarán (aunque, no sé por qué, la primera parte dejó una huella indeleble en mis queridos aparejos). Veamos, tras un auténtico acoso, derribo y "a por todas, que son blancos y tienen que perder por cojones" (vaya, no se me va esta preciada parte de la cabeza), los coloreados por fin, mediante Albert, logramos empatar a 3 este partido que parecía que se nos iba. No nos quedamos ahí, una estupenda jugada del que esto redacta tras un quiebro se transforma en un tiro raso que bate a un sorprendido Jose G.. 4-3 para los coloreados, habíamos puesto las bolas sobre la mesa y nos llevábamos el premio gordo de la victoria. Y ahí llegó mi bonhomía y mi error, craso error. Con el tiempo cumpliéndose una jugada blanca acaba en saque de esquina a su favor; miro el crono, el tiempo estipulado ha pasado y, bueno, por tal de no aguantar más las despiadadas críticas sobre esa leyenda negra que me persigue y en la que se me acusa de estiramiento del tiempo a conveniencia, decido no pitar el final. Cualquiera lo hacía con un 4-3 en contra de los ladinos blancos, me hubieran comido y mis criadillas (otra vez) las hubieran convertido en un llavero.
Los jugadores blancos llamaron a su portero ("¡¡sube a rematar, es la última jugada!!") y Manuel Rayo subió a intentar rematar. Voló la pelota por el aire, como portero seguí la trayectoria y el susodicho portero blanco golpeó con su cabeza el balón hacia mi portería con tan mala suerte que Albert tocó la pelota, me la desvió y con una uña que se me rompió ipso facto intenté detenerlo pero no, el dichoso balón se introdujo mansamente en nuestra malhadada portería. Fue un final palopiano, de auténtico suspense, con gritos de júbilo blanqueados ante el empate a 4 conseguido in extremis en un partido que ya daban por perdido. Y ahí se acabó todo, los blancos contentos y nosotros jodidos, nunca mejor dicho.
JUGADORES BLANCOS: Juanky, Jose G., Dani Gómez, Miguel Páez, Josema, Manuel Rayo.
JUGADORES COLOR: Luis, JM Fdez, Antonio Moreno, Albert, Pepedu y yo mismo (JM-1)
CÓMPUTO TEMPORADA 2013-2014: OCHO victorias color, CUATRO victorias blancas, UN empate.
ETAPA Nº 2: La campaña de Almanzor contra Santiago de Compostela (año 997)
En vísperas
del mítico año 1000 d.C., el dominio político y militar del Islam sobre la Península Ibérica era casi incontestable: el Califato de Córdoba se había consolidado como un
estado poderoso y extenso a lo largo de todo el siglo X; mientras que la
dictadura militar de Abu Amir Muhámmad Ibn Abi`Amir al-Ma´afiri, conocido
simplemente como Almanzor (“el victorioso”), durante las últimas décadas de
aquel mismo siglo, puso al ejercito califal en disposición de neutralizar e,
incluso, aniquilar cualquier resistencia por parte de las rudimentarias
entidades políticas del Norte.
La escalofriante cifra de campañas
de Almanzor y su espectacular realización demuestran hasta qué punto la
paranoia militar embargó durante algún tiempo al Califato y a muchos de sus
elementos más activos. Desde luego, la experiencia fue
terrible para los habitantes de la vieja monarquía leonesa, castigada con
especial predilección por el gobernador amirí del Califato de Córdoba. A la
destrucción sistemática y concienzuda de la propia corte de León con su
catedral, acompañó la de los principales ciudades, como Zamora y Salamanca.
Tampoco se salvaron los más importantes monasterios como Sahagún o San Pedro de
Eslonza; llegando los monarcas y los obispos leoneses a tener que huir a
tierras ovetenses, con las reliquias de san Pelayo.
Sin embargo, fue el ataque que llevó
a cabo Almanzor contra Santiago de Compostela, el que puso de manifiesto con
mayor evidencia la actitud aniquiladora de este caudillo musulmán con respecto
a las sociedades cristianas del Norte. La campaña de Almanzor, que partió de
Córdoba el 3 de julio del año 997, fue un prodigio de organización y en algunos
aspectos recuerda a la realizada por César desde Lusitania hasta Brigantium más
de mil años antes. Una y otra contaron con una flota de apoyo que transportó
tropas, víveres y armas por las costas occidentales de la Península.
La de Almanzor partió de Alcacer do
Sal y llegó hasta Oporto, desde donde sus tropas continuaron marcha hasta el
Miño, que atravesaron no sin dificultad. Siguieron el camino de las rías,
persiguiendo incluso a los cristianos que huían a las islas cercanas o
internándose por algunas penínsulas, como la de Morrazo. Entre tanto la
expedición musulmana destruyó Tuy, el castillo de san Payo, un monasterio
dedicado a los monjes san Cosme y san Damián y arrasó la iglesia de Santiago de Padrón, “que
para los cristianos seguía en importancia al que encierra su sepulcro”.
El día 10 de agosto llegó por fin
la expedición ante la “orgullosa ciudad de Santiago”, abandonada por sus
habitantes y saqueada inmediatamente por los invasores, que destruyeron sus
monumentos, murallas e iglesias excepto la tumba del Apóstol, en la que
Almanzor puso guardias para protegerla.
El respeto último a las reliquias
sagradas se impuso a la violencia, pues no se condenaba su veneración sino el
mal uso que los cristianos, al parecer de los musulmanes, hacía de ellas.
Incluso Ben Idhari cuenta la anécdota de que el Almanzor encontró a un viejo
monje sentado junto a la tumba del Apóstol, a quien respetó la vida pues
entendió que su única intención al permanecer allí era honrar a Santiago.
No sabemos si todo esto fue cierto
o simplemente forma parte de las leyendas sobre las hazañas del famoso caudillo
cordobés, que nunca se caracterizó precisamente por su piedad; lo que si parece cierto
es que para los cristianos la destrucción de Santiago resultó particularmente
penosa, sin que llegaran muy bien a comprender cómo la divina providencia
permitía que aquello sucediera.
Después del ataque a Santiago, Almanzor se acercó hasta las costas del Océano más al
Norte, para dirigirse después de vuelta pasando por tierras del Bierzo y
saquear cuanto encontraba a su paso. El botín fue cuantioso y su entrada en la
capital del Califato triunfal (Córdoba), llegando incluso -según algún cronista cristiano-
a obligar a los cautivos a portar a hombros hasta allí las campanas de la
iglesia de Santiago.
Lo único
cierto es que la campaña de Almanzor del año 997 fue un mazazo para la
cristiandad peninsular, similar al que supuso dos siglos después la caída de
Jerusalén en manos de Saladino para la europea.
[CONTINUARÁ]
Jose Manuel.