ENLACE A LA CRÓNICA DEL BLOG PEÑA EL MOLLETE:
Os dejo el enlace a la estupenda y realmente descriptiva crónica de la Ruta Subbética primaveral publicada por Santiago en representación de la Peña El Mollete.
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LA DUDA
Ahora nos toca a los "añadidos" el contar nuestras impresiones de esta clásica ruta de la Peña. ¿Por dónde comienzo? Quizás por el final de la ruta del año 2013, aquella en la que me pregunté cientos de veces qué hacía montado en una bicicleta, sufriendo como un galeote en su duro banco de remo kilómetro tras kilómetro, hasta completar los 80 totales. Entonces pensé que no me iban a pillar otra vez en una cómo esa, que el puerto del Mojón sería lo más alto que subiría en una bici en mi vida y que dormir como una alcayata, con dolores múltiples ilocalizables, no merecía la pena.
Ahora nos toca a los "añadidos" el contar nuestras impresiones de esta clásica ruta de la Peña. ¿Por dónde comienzo? Quizás por el final de la ruta del año 2013, aquella en la que me pregunté cientos de veces qué hacía montado en una bicicleta, sufriendo como un galeote en su duro banco de remo kilómetro tras kilómetro, hasta completar los 80 totales. Entonces pensé que no me iban a pillar otra vez en una cómo esa, que el puerto del Mojón sería lo más alto que subiría en una bici en mi vida y que dormir como una alcayata, con dolores múltiples ilocalizables, no merecía la pena.
¡Qué frágil es la memoria!, puede pensarse. Y así es, un año después estaba otra vez en el lugar de los hechos, sin escarmentar. El caso es que estuve pensando seriamente unirme o no a la excursión ya que los puertos de montaña previstos me echaban para atrás aunque finalmente sí decidí ir porque me había "probado" el fin de semana anterior por la Vía Verde de la Sierra de Cádiz y, aunque es llana, los 45 km que rodé no me costaron mucho; además me apetecía salir con la Peña porque el ambiente es relajado y muy agradable y los paisajes, no por ya conocidos, dejan de ser espléndidos y merecen visitarse cuantas más veces mejor. Y comíamos en los Pelaos...
EL TREN DE HOGWARTS EGABRENSE
La Estación de Cabra era el punto de reunión de la Peña a las 9:30 y allí nos plantamos mi hermano Luis y yo. Con el grupo wasapero familiar me comprometí a ir contando las aventuras y, en menor grado, desventuras de esta nueva Subbética. Cuando mandé la foto de la locomotora mi sobrino Miguel comentó que se parecía a la de Harry Potter y yo pensé que no me vendría mal una varita mágica que me echase una mano para superar las dificultades de la etapa, que se las traía. Me tuve que conformar con unas barritas y una pasas, beber agua como un descosido y desayunar dos veces pero ésa es otra historia...
EL GRUPO ANTES DE INICIAR LA MARCHA EN CABRA |
Tras el primer café del día iniciamos la marcha. Esta vez llevaba mi propia equipación de la Peña, la "reglamentaria" y moderna, la verde, y hasta mis recién adquiridas gafas tipo Terminator. El resto, prestado: casco, bote y, lo más importante, la bici, modelo, modelo...bueno, cortesía de mi cuñado Carlos, al cual le agradezco enormemente el detalle porque si llega a ver por dónde la metí... en fin, comparar mi bici con las restantes era como comparar un Emidio Tucci con una colección de Armani pero el apaño me lo hizo y muy bien.
La travesía hasta el lugar pactado para el desayuno (Estación de Doña Mencía) creo que sirvió de calentamiento porque se efectuó a un ritmo pausado, tranquilo. Aquello me dio mala espina: pensé que todos se reservaban para la subida que nos esperaba y más miedo me daba. Opté incluso por ir más lento aun y, con Luis, a cola de pelotón, llegamos a la estación aunque él incluso llegó más tarde porque la cadena le jugó una mala pasada. El desayuno típico de la zona (tostadas con aceite y tomate más aceitunas) se añadió al que había tomado en casa, así que consideré que iba bien pertrechado para la subidita. Y allá que nos fuimos, la subida a la Cueva de los Murciélagos nos esperaba. Por el camino Paco me comentó que si había que echar pie a tierra se echaba, que era lo normal, que él llevaba peor las trialeras tras la subida; luego comprendería a qué se refería.
LAS PARADAS "FORZOSAS"
Nos salimos de la Vía Verde y allí estaban los casi 7 km de subida. Al principio bien, por supuesto a cola de pelotón aunque con los demás en mi campo visual. Hasta la entrada a Zuheros las pendientes eran accesibles pero cuando apareció el cartelito de "Cueva de los Murciélagos 4 km" y la carretera giraba a la izquierda aquello se convirtió en el averno más insondable. Apocalíptico. El cambio (pasar del piñón penúltimo al más grande y porque no había otro) se atascó levemente y me desequilibré, apoyándome en la pared de una casa a la derecha. Según el gráfico, era el tramo del 12%. Arranqué como pude, se me levantó hasta la rueda delantera, no me iba a tumbar la primera cuesta importante, y seguí para arriba, superando unas curvas de vértigo y empezando a preguntarme "¿Qué hago aquí?", lo cual ya me sonaba de algo.
Cuando los quitamiedos parecían no tener fin y la cuesta era una pared del 17-19%, psicológicamente me dije que era el momento de parar. "Disimulé" tomando un par de fotos, hasta mandé un wasap (usé el adjetivo terrible para definir mi situación) e incluso anduve unos metros pero al otear el mirador en lontananza decidí intentarlo. Y pude, ya lo creo, apretando los dientes por no decir otra cosa tiré para arriba (si hubiese sido para abajo tenía entonces un problema) y hasta llegué a tiempo para salir en fotos de grupo, como da fe la crónica de Santiago.
Habíamos logrado superar esas carreteras sinuosas que se aprecian en la foto desde el mirador. Lo más gracioso es que, a la vez que me hacían esta foto, Javi mandaba otra por wasap con una suya pero 3 km más arriba, en la entrada a la Cueva de los Murciélagos. Siempre ha habido clases y Miguel A. y Javi son de otra en estos menesteres ciclistas...
Ese mirador, como punto intermedio tras las rampas más duras, me sirvió de descanso y relax. Sin embargo, quedaban dos km con tramos al 10%, así que me tocaría pasarlo regular. No fue para tanto. Supongo que los dos desayunos más el aquarius y el agua hicieron su efecto; además, los "máquinas" como los llaman algunos miembros de la Peña (Miguel A. y Javi) bajaron de su particular Olimpo y descendieron a nuestro nivel más terrenal y me acompañaron un rato. "Pero Jose, ¿cómo pedaleas?" me espetó Javi, "ufff, pues como puedo", le contesté. Ahí me aconsejaron ambos que no apoyase en el pedal el centro del pie sino la zona delantera para aprovechar mejor cada pedalada y el impulso de las piernas. Es el típico detalle al que no echas cuenta cuando vas al límite pero evidentemente tenían razón (la carencia de pedal automático también influye en esa posición). Entre esos consejos y algunas fotos que tomó Javi estuve distraído y llegué al cruce donde comenzaba nuestra ruta campestre.
LAS PARADAS "FORZOSAS"
ZUHEROS DESDE LA PARADA FORZOSA |
Y LO QUE QUEDABA... |
TOMANDO POSESIÓN DEL MIRADOR DE ZUHEROS |
JAVI POSANDO EN LA ENTRADA A LA CUEVA DE LOS MURCIÉLAGOS |
ANDAR ES LO TUYO
Tras los posados de rigor dando fe de
nuestra subida a la Cueva de los Murciélagos, reanudamos la marcha
por los caminos campestres camino de la Nava, ese remanso llano
circundado de montes más o menos agrestes que había que atravesar
para alcanzar nuestro último reto montañero del día, la subida al
Picacho de Cabra. Pero alcanzar la Nava nos iba a costar, en esta
ruta no te regalaban nada. Comprendí casi ipso facto el comentario
de Paco sobre las trialeras (palabra de reminiscencias moteras para
mí). Cuando afronté la primera bajada, vertiginosa, con un terreno
pedregoso y sinuoso, lleno de baches y ondulaciones, sentí como si
alguien me susurrara “ve a la luz, ve a la luz” porque de
allí sólo saldría con los pies por delante. La bici empezó a
derrapar de la rueda trasera, incontrolable; si soltaba un poco el
freno, peor aun. Luis me decía “¡¡ si es que no tenemos frenos
de disco!!”, lo cual sólo me reafirmaba que mi bici era de clase
B.
Salvé como pude aquella bajada y poco a poco entendí de qué iba
la historia: lo normal, salvo para los muy avezados, entrenados y experimentados
ciclistas, es bajarte de la bici en la subida de las cuestas
trialeras (piedras sueltas, terreno sinuoso, rampas importantes) para
no gastar fuerzas inútilmente. En las bajadas, con buenos frenos y
bicis ligeras, no es tan necesario desmontar salvo que uno vea muy
claro que, por tu seguridad, es lo mejor. En mi descargo sólo cabe
señalar que era la primera vez que me metía por un terreno así con
una bici de montaña y lo que hice fue acordarme del refrán “donde
fueres haz lo que vieres”, así que cuando veía que los demás se
bajaban “yo también” y si se subían a la bici nuevamente “pues
yo lo mismo”. En el wasap familiar, al ver las fotos, alguien
comentaba que si bajarse no era trampa; la otra opción, morirte sobre la bici, es peor,
pensé yo...
SIEMPRE HA HABIDO "CLASES" CICLISTAS |
El caso es que al final le cogí gusto
a esta parte de la ruta ya que caminar me gusta y, de hecho, creo que
César me comentó que andar era lo mío porque aquí no me quedaba
descolgado precisamente. La lástima es que, con tanto trasiego, no
disfrutas el paisaje al 100% aunque sí captas lo principal: unos
montes alejados de todo, el trinar de los pájaros, el aire puro y un
verde llamativo para Andalucía que enmarcaban un auténtico canto a
la naturaleza, reconfortante tras nuestro esfuerzo.
SUBIR O NO SUBIR, ÉSA ERA LA CUESTIÓN
Tras el repostaje en la Fuente poco a
poco el terreno se fue nivelando y entramos en la conocida Nava,
caracterizada por sus praderas y, sobre todo, por su ausencia de
desniveles. Al poco tiempo enfilamos una pista de tierra que nos
conduciría, en el siguiente cruce, a la carretera de ascenso al
Picacho de Cabra. Según mis cálculos, eran unos 4 km sumando la
subida de la Nava a la carretera (1 km) y el propio puerto (nos
incorporábamos en el km. 5 y tiene 8 de longitud). Antes de llegar a
la subida de acceso al puerto por la pista de la Nava Javi pinchó y
Luis y yo lo abandonamos, no sé si miserablemente (Javi no ha dicho
nada, ja ja). Sabíamos que cambiar la cámara para él era
cuestión de minutos y que se las apañaría perfectamente (en mi
caso no hubiese sido así) aunque luego resulta que pinchó
nuevamente, con eso ya sí que no contábamos. En fin, en mi
situación a cola de pelotón me entretuve en fotografiar unas ovejas
que se me cruzaron, tomándome un respiro para afrontar la salida de
la Nava, con ese km de cuestas con un porcentaje curioso (a mí me lo
parecía). Logré superar esos desniveles y entré en la carretera
del puerto y, unos metros más allá, en el hito que marcaba 5km, me
detuve.
HITO DE LOS 5 KM |
LA ANTENA REPETIDORA ASOMABA EN LA LEJANÍA, ALLÁ ARRIBA |
Javi no llegaba, hacia arriba camino
del Picacho no vislumbraba a nadie y Sierra Nevada, en la lejanía,
con las nieves fundiéndose, era testigo de mi particular deshoje de
margarita: “¿Subo o no subo? ¿Subo o no subo?”. No
recuerdo si solté algún exabrupto pero si ya había llegado hasta
allí, ¿por qué no intentarlo? Lo peor que podía pasar es que me
diese la vuelta y descendiese directamente al lugar de
avituallamiento (Los Pelaos). Reanudé la subida, mirando a pocos
metros delante de mí para no agobiarme mucho, y allá que inicié el pedaleo camino de esa ermita devoción de muchos egabrenses. A un ritmo
digamos que tranquilo por no decir tortuguero fui ascendiendo, me
crucé con Miguel A. que bajaba como una exhalación (luego me enteré
que le llevaba una cámara a Javi) y a los pocos minutos distinguí a
César el juvenil sentado sobre su bici a la sombra de un árbol.
“¿Ya has subido y bajado?” le pregunté, “No. Me he quedado
sin fuerzas” me contestó. “¿Quieres comer algo? Llevo unas
pasas...” “No, gracias, sólo me queda bajar” , “Como
veas...” y todo esto lo hablamos sin dejar de pedalear;
definitivamente, puedo confirmar que no iba a la velocidad de la luz
precisamente.
Más
allá una línea de quitamiedos se extendía hasta el infinito por la
ladera del Picacho y aquello me desarmó. Eché pie a tierra y, cual
trialera, decidí que era momento de volver a caminar. Unos 50 metros
más adelante retomé el pedaleo y, tras una cerrada curva, capté la
imagen del último de los Sres. Molleteros allá arriba, cerca de la
cima. Eso me sirvió de acicate, apreté los dientes y los “machos”
y me propuse llegar como fuese, era poco lo que me quedaba (empinado,
eso sí).
CABRA EN LA LEJANÍA |
Llegué,
vi, vencí a la montaña, me uní a los alegres compañeros e incluso
salí en las últimas fotos de grupo, todo un reto superado. La vista
era espectacular, estábamos pisando el centro geográfico de
Andalucía a 1.216 metros y nuestra bendita tierra se extendía bajo
nuestras cansadas piernas. A los pocos minutos llegaron Javi y Miguel
A. y allí me quedé con ellos hasta que llegó la hora de encarar el
descenso. Ni que decir tiene que me quedé atrás, observaba la
bajada y con todas las precauciones posibles disfruté esos 8 km, no
se cruzó ni un solo coche y eso lo hizo aun más atractivo.
EL AVITUALLAMIENTO Y EL FIN DE LA RUTA SUBBÉTICA PRIMAVERAL
La merecida comida en Los Pelaos nos esperaba. Ni que decir tiene que las ensaladas, pasta, pescaditos a la plancha y filetes de dudosa procedencia no iban a ser objeto de deseo en nuestro menú. Directamente dimos buena cuenta de productos que aterrorizan a los dietistas y son la peor pesadilla de un anoréxico: morcilla, chorizo, lomo de orza, flamenquines y huevos fritos con patatas, regado todo ello con cervezas varias y con la única concesión de un plato de salmorejo para el que quiso algún tipo de hortaliza. Ante tal desembarco en la mesa sólo nos quedó ponernos a la tarea y dar buena cuenta de los platos. Tras la segunda cerveza decidí pasarme a un refresco para no hacer eses con la bici, era lo que me faltaba. Le pedí una coca cola al camarero y al buen hombre sólo se le ocurrió preguntar que si la quería light. Supongo que, a la vista de los platos, decidió que era hora de poner algo de mesura en mi menú...
Durante la comida creo recordar que alguien me comentó que tuvo sus dudas de que yo pudiese completar la etapa; creo que le contesté que yo era el primero que lo veía difícil, desde la anterior Subbética primaveral sólo había cogido otras tres veces la bicicleta y para trayectos mucho
menos duros y más cortos. Pero ahí estaba, comiendo y disfrutando, y sin muchos dolores...
Tras la estupenda comida y la califico así porque es de las que te tomas sin ningún tipo de remordimiento, ya la habíamos "gastado" antes, reemprendimos la marcha camino del final de etapa, la estación de Cabra. Salvo unos 300 m de subida inicial, el resto fue un descenso ya conocido aunque no por ello menos peligroso. Un último refrigerio en la estación egabrense, con sus fotos de grupo, sirvió de cierre a esta nueva edición de la Subbética primaveral, segunda en la que Luis y yo tomamos parte. Y sí, ya puedo afirmar que, si las circunstancias no lo impiden, volveré a participar, mis dudas se han disipado...
Gracias como siempre a los compañeros del Mollete por hacer que este día sea uno de esos días distintos del año, gracias por vuestra amabilidad y saber estar. Y también agradezco a mis dos hermanos el estar atento al más débil ja ja, o sea yo, en este trance (pero esta vez me he portado mucho mejor).
Y, por último, me he pasado dos días soñando con bicicletas, bici para arriba, bici para abajo, estas vivencias marcan...
Jose Manuel.
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